diumenge, 24 de maig del 2020

Joan Isaac: "Mi mayor pánico es no tener nada más que decir"

El cantautor publica 'L'estació dels somnis', un álbum que reivindica la amistad y la pasión, encabezado por la canción 'Planetari', grabada también en castellano a dúo con Pedro Guerra


Jordi Bianciotto


El cantautor Joan Isaac / JOAN PUIG

Joan Isaac no podrá presentar por ahora en concierto su nuevo disco, ‘L’estació dels somnis’, pero tenemos las canciones. Una obra de plenitud, evocadora y emotiva, del autor de piezas como 'A Margalida', 'Plaça de la Mercè' o 'Però prefereixo els teus ulls', exponente de la canción de autor a la clásica usanza.

Una de las piezas, ‘Planetari’, aparece en dos versiones, catalán y castellano (esta, a dúo con Pedro Guerra), y da título al libro lanzado hace unos meses, ilustrado por Sesé (Ed. Llibres del Segle). ¿El tema central del álbum?
Es el que más puede conectar con el tiempo que estamos viviendo, aunque lo compuse hace siete u ocho años y lo tenía aparcado en un cajón. Era inicialmente una canción pensada para los niños. Parte de la boda de la Luna con un príncipe de la constelación de Orión a la cual se invita a todos los planetas menos a uno, el planeta azul, que “navega cap enlloc”. Una de las cosas que me ha sorprendido estas semanas es el estallido de la naturaleza. Es una lección de humildad que tenemos que aprender. Quizá un aviso. Y luego destacaría otra canción, ‘El tren dels mil vagons’.

La que abre el disco, con su metáfora de las estaciones de la vida.
Al lado de mi casa en Sant Salvador (Baix Penedès) pasan las vías y ves esos trenes larguísimos, igual de dos kilómetros de longitud, y siempre me he quedado con esa imagen del conductor en soledad, viajando de noche desde Hamburgo o vete a saber dónde. Habla del tránsito por la vida y de la soledad, y de las cosas que te encuentras en el camino hacia tu sueño de plenitud.

Tiene una tendencia natural a la melancolía.
Siempre la he tenido, pero en este disco también hay rebeldía, por ejemplo, en ‘I malgrat tot, la vida!’, que escribí después de los atentados del 2017 en la Rambla. Y hay una reivindicación de la pasión en ‘Ai si no fos per tu’. Otras canciones sí que pueden sintonizar con esa melancolía, pero creo que mi lenguaje es cada vez más depurado y más poético, porque últimamente me dedico más a escribir letras que a componer canciones. He escrito un libro de poemas de confinamiento, ‘L’escala d’emergència’, que saldrá más adelante. Hacer canciones me ha costado mucho y he llegado a pensar que quizá ya lo he dicho todo y no tengo nada más que decir.

La amistad aparece como un pilar de la existencia. Como en ‘Conec un home bo’, dedicada a Pere Camps, ‘alma mater’ de Barnasants.
La amistad es mucho menos hiriente que el amor. Estos días una de mis obsesiones ha sido llamar a mis mejores amigos, y me he dado cuenta de que he llamado solo a cuatro o cinco. Es un sentimiento que te puede hacer sufrir también, pero el vínculo con los amigos que tenemos en la vida, que a lo mejor no has visto en años pero que siempre están ahí, es fundamental. Prefiero a un amigo que a un amor.

Adapta ‘Passeig del Carme’, del desaparecido Pere Tàpias. ¿Un autor que merece reconsideración?
Sí, más allá de la caricatura y de la imagen que todo el mundo tiene de él, Pere era un poeta y desde un minimalismo musical absoluto fue capaz de hacer canciones maravillosas.

El año pasado dirigió el concierto ‘Cuba va!’ y se alió con Sílvia Comes en el álbum ‘Cita amb àngels’, homenaje a Silvio Rodríguez. Trazos de cubanidad que ahora se deslizan en una de las canciones, ‘Can 60’.
Tiene un ritmo un poco indiano, sí. Can 60 es un bar de Sant Salvador, en una antigua casa de pescadores, frente al mar. Es como una universidad de la vida, con un ambiente medio hippie en pleno siglo XXI. Con Pemi (Fortuny; el antiguo cantante de Lax’n’Busto) hablamos de qué ritmo ponerle y pensamos que debía tener un sabor cubano. El bar está en una zona con mucha arquitectura indiana.

El disco combina distintos colores instrumentales y ritmos. Trabaja con varios arreglistas.
Antoni Olaf-Sabater, Josep Traver y el italiano Walter Porro. Me gusta que cada canción se adecúe a un arreglista determinado que encaje con ella. No me gusta hacer todo un disco entero con el mismo arreglista, de arriba a abajo.

Publica discos con notable ritmo editorial.
Eso va como va, pero a la edad que tengo, cumpliré 67 en septiembre, ya no me planteo hacer discos para tener éxito o alcanzar una determinada notoriedad. Llega un momento en que eso queda atrás e intentas hacer las cosas que te apetecen lo mejor posible. Ya no persigo esas cosas. Y siempre me he mirado en el espejo de mi querido Aute, que no paraba de tener ideas y de emprender proyectos: discos, libros, pinturas... Era un maestro.

De la experiencia de ‘Auterretratos’ y los conciertos compartidos, ¿qué guarda en su memoria sentimental?
Parecerá una cursilería, pero es del día que le llevé el disco. Entré en su despacho, en Madrid, escuchó el disco en silencio y cuando terminó le caían las lágrimas. Me dijo que era el regalo más grande que le habían hecho, y que se había reencontrado con su padre y con sus orígenes en Catalunya. Me impresionó.

Como hacía Aute, suele centrar sus conciertos en su disco de actualidad.
Sí, aunque últimamente menos. En el concierto en el que iba a presentar este disco, en Palma, pensaba recuperar canciones de mis trabajos más antiguos. Supongo que sufres una especie de catarsis cuando ves que este oficio, algún día, más temprano que tarde, se va a acabar, e intentas hacer un repaso de lo que has escrito. El día que lo deje elaboraré un buen libro de antología de las canciones. Es algo que tengo en la cabeza.

¿Ese día está en un horizonte cercano?
De momento no lo está, y mientras tenga ideas esto seguirá. Pero llega un momento en que tienes que parar, como hicieron Raimon o Jaume (Sisa).

Pero ahí tiene a Paco Ibáñez. Y Serrat dice que “si dejas de pedalear, te caes de la bicicleta”.
Evidentemente, y yo mientras me encuentre en condiciones para subir a un escenario no tengo por qué dejarlo. El miedo, el pánico más grande que tengo en estos momentos es que llegue el día en que no tenga nada más que decir. Supongo que entonces me dedicaré a escribir otras cosas. Pero todo eso son elucubraciones.

Y bien, en condiciones normales ahora nos estaría hablando de conciertos de presentación de ‘L’estació dels somnis’.
Pero, para cierto tipo de cantantes, ese período de aforos más pequeños que viene puede darnos posibilidades de hacer cosas. Quizá nos permita volver a una música más cercana, aunque para el negocio sea un desastre. Veo que hay una reivindicación del arte y de la cultura por parte de los medios, y que hemos pasado de la música gratuita a defenderla como algo necesario. Espero que esta corriente de opinión siga, o acabaremos siendo la Cenicienta de los presupuestos. A mí me impresionó la noticia de que Francia iba a dar un cheque de 500 euros a todos los jóvenes al cumplir 18 años para que los gastaran en cultura. Así es como se estructura un país.

Usted es de los que siempre se ha considerado cantautor, estuviera la etiqueta de moda o no. ¿Cómo ve ese género musical y ese lenguaje?
Los de la canción de autor somos una serie de ‘freakies’ que seguimos creyendo en el género, pero creo que nunca desaparecerá. Cuando escucho a Bob Dylan, un tío con cerca de 80 años, que es capaz de hacer un monumento como ‘Murder most foul’, donde repasa toda su historia... El vehículo de la canción de autor para ciertos gurús está pasado de moda, pero, en fin, yo me sigo emocionando escuchando a Jacques Brel.



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