Centro
Cultural P.U.C.E.
06.04.2016
La lluvia de abril cayó generosa sobre Quito y con el frío
por compañero danzaba entre los faros de los autos, que siempre ruidosos,
siempre con prisa, transitaban por las calles. El norte para muchos era claro
esa recién nacida noche, también para mí: llegar al concierto del cantautor
catalán Joan Isaac.
La Pontificia nos abrió las puertas y luego de atravesar el amplio recibidor del Centro Cultural, el
auditorio esperaba acogedor y azul. En el escenario vestido de luz esperaba un
piano de cola, solemne… silencioso.
La canción de autor ecuatoriana dijo presente con la voz y
el carácter de Fabián Jarrín. Guitarra
en mano, fue develando su trabajo musical fresco, cubierto de metáforas e
historias que hablaban de la lluvia, de la porfía del canto, de la llegada del
trovador. La armónica y el charango fueron también compañeros de escenario del
cantor que con una honesta sencillez se comunicó con el público con trazos de
acordes y poesía.
La escucha y el reconocimiento casi se podían tocar y se
entregaron enteros para este representante de la trova ecuatoriana que a pulso
y con trabajo ha conquistado su espacio. Recibí los aplausos como si fueran
míos, un silencioso orgullo crepitaba también entre mis palmas. Fabián Jarrín
es un querido amigo y cantor que me permitió generosamente mostrar su trabajo a
través de Canciones Imprescindibles en la Radio Pública de Ecuador.
La concurrencia, más abrigada para entonces y con los oídos
más atentos, recibió ávida a dos figuras vestidas de negro riguroso que se
apoderaron del escenario, del piano, del atril, con manos seguras, Joan Isaac y
el pianista Antoni Olaf Sabater.
Afuera quedó el recuerdo de la lluvia, afuera la prisa y su
ruidoso desorden, el abrigo mojado recostado a un lado de la butaca no parecía
tan rústico e incómodo ante la magia de la canción, habíamos encontrado un
remanso de paz para el alma.
Uno a uno los temas en catalán, generosamente precedidos por
la traducción exacta y poética de Joan Isaac, nos fueron convenciendo de dar
gracias a la vida por esos caprichos rutinarios que la construyen, que salir de
la norma puede dejar de ser un vago anhelo, que las estaciones y las personas
cambian con el tiempo.
Me gusta durante los conciertos contemplar también el rostro
de la gente, esas sonrisas furtivas de quienes se sienten pillados por la frase
de una canción, ese rictus de tristeza que al descuido se pinta por segundos,
la lágrima que se enjuga el señor disimulando, el gozo… todo lo vi junto, todo auténtico durante hora y media.
El piano se entregó a las manos de Sabater, de teclas a
cuerdas escondidas, desentrañando las melodías mientras Joan, con el cristal de
la consecuencia en la voz nos habló de Manfred y la destrucción del paraíso por
la sombra negra del “progreso” y la desidia… Y con una bandera negra sembrada
en el corazón escuchamos de Margalida, la amante desaparecida de Salvador Puig
Antich.
Quienes no olvidaron el corazón, lo regresaron a casa
seguros de que nada importará mientras tengan a los suyos cerca de madrugada… Corazón
que salió mojado y ruidoso y retornó poblado de versos, de historias y esperanza. Gracias Joan Isaac.
Sandra
Martínez
Productora y
Conductora de Canciones Imprescindibles
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